En un mal momento, nockeada por una fuerte depresión descuartice varios libros de mi estantería. No es la primera vez que atravieso un episodio como este, sin embargo es la primera vez que escribo sobre uno. Por ello, no tengo intenciones de abordar el libro de Massiani como si fuera un ensayo académico, principalmente porque es un libro esencial para quien busque adentrarse en las profundidades de la soledad y sus consecuencias, bajo esta perspectiva, un ensayo académico me parece insuficiente.
Quienes hemos seguido la trayectoria de Massiani, encontramos
que salvo “Piedra de mar” y “Un regalo para Julia y otros relatos”
el resto de sus libros son más bien débiles. “Los 10 mandamientos de Mister Doc Fonegal” y “El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de
dientes” son apuestas poco logradas y aburridas, que rara vez rememora la
voz juvenil e ingenua de Juan (el protagonista de “Piedra…”) para darle paso a
una voz madura que reniega a ratos de una naturaleza mas desenvuelta y poética.
Debo confesar que cuando “Florencio…” llegó al Buscón me vi tentada a pasar de él. En gran
medida porque estaba imbuida en los textos de Gessen, Lethem, Carey, Gilmour y
Auster y no tenía deseos de caer en el lugar común de
buscar a Juan en la voz de Massiani (o a Massiani en la voz de Juan) sin
embargo, el libro fue “saliendo” de los anaqueles dejando tras de sí una fila
de lectores entusiasmados con la obra.
Recuerdo que hablando sobre el prejuicio del librero como lector con C. llegamos a la conclusión de que sí bien todo texto tiene una fuerte carga moral, es necesario librarse de ciertos paradigmas muy personales en el momento de la lectura (crítica o no) de un libro. Más aún si está escrito por un autor de quien se tiene altas expectativas. Descubrimos que ambos tenemos fuertes prejuicios a la hora de leer a un autor determinado y eso es un defecto grave. Me pregunte si no estaba cometiendo ese pecado con el libro de Massiani. Es decir, dejarlo de leer sólo porque “temía” que dicho libro no satisficiera mis aspiraciones de lectora egoísta.
¿Acaso el arte no desentraña búsquedas que desafíen
nuestra comodidad? ¿Qué poder creo tener para exigir de mis artistas favoritos
solo aquello que me “gusta”? más aún ¿Qué me gusta? ¿Acaso el sentido de gusto
no está condicionado a mi propia conciencia social? ¿No me gusta aquello que
sólo “se espera que me guste”?
Intercambiamos par de palabras más antes de tomar uno de los últimos ejemplares de “Florencio…” pagarlo y marcharme.
Días después de empezado el libro de Massiani, olearon las desgracias una tras otra. Dando como resultado el episodio que he decidido bautizar como “El holocausto de mi biblioteca”.
La verdad es que tome los libros al azar y empecé a tacharlos con acuarelas y
garabatos. “La mujer de espaldas y otros
relatos “de Jose Balza llevo
zapatero durante el primer asalto, luego vinieron Pizarnik y Noguera; reducidos
a vestigios nucleares. A todas estas, mi pieza
se consumía en un desorden inescrutable muy propio de mi naturaleza
bucólica y autocompasiva.
¿Pero hablábamos del libro
de Massiani, cierto?
Valmore, amigo ¿tú nunca has compadecido tanto a un libro que haz sentido el deseo de destazarlo hasta que no quede nada? No creo en los homenajes, me dan pavor, creo que sugieren una idea de mortalidad cercana y silencio después de la muerte que no comparto. Podría, ciertamente, compartir momentos con el homenajeado pero no participar de un ritual con ribetes funerarios. Hay algo en mí que lo impide, una suerte de amor a la dignidad, la vida y la discreción.
Por eso tome el libro de Massiani y lo volví
pedazos. Valmore, tú me dijiste que lo habías leído y que te había parecido
maravilloso. A mí también me lo pareció. Fíjate que es un libro triste, que me
temo será subestimado por aquellos que esperan un Massiani alegre. No, no es un
libro feliz. Es el retrato de un escritor con una inmensa necesidad de ternura.
Mira, en ciertos mares del sur habitan criaturas
capaces de fabricar caparazones, producto de años de nácar y sedimento que,
luego de un tiempo vital, regalan a otro animalito para morir desnudos en una
orilla lejana. Massiani es un bichito de esos. Sus cuentos son una larga oda al
amor, a la ternura y a la nostalgia. Un cuento del libro ilustra mi punto sin
necesidad de ir demasiado lejos:
“Solo la ternura ayuda a
las palabras y las hace buena compañía. Sin ternura se envejecen antes de temblar
en la garganta y antes de tocar la oreja del amigo que está cerca (…) Sin
ternura, las palabras son ruidos, ruidos de cosas huecas, como esos botes
vacios que de golpe alguien patea con furia en la madrugada. Por eso digo: sin
ternura se envejecen y hasta se pudren y muchas veces buscan podrir un poco mas
lo mucho o poco que tenemos de podridos todos” Mañana
bonita p. 5
La mayor parte de los textos siguen una atmósfera
con el estilo del párrafo rectangulado. Quizá el único texto que hace
referencia a “Piedra de Mar” sea “A
mi ella me tenia jodido porque ella sabía que yo la amaba” con el retorno
del personaje de Kika y del disparatado de Juan.
Chamo, a decir verdad, yo pienso que los pájaros de Angelina en realidad son los pájaros secretos de Francisco Massiani. Y que cada uno de los nueve cuentos dedicados son huevos que van dejando en los corazones de sus destinatarios .
Seré más gráfica, siento que con este libro
Francisco se nos despide. Tal vez este escribiendo otra novela o pintando un cuadro
enorme en su apartamento de Caracas. Quizá decidió irse a Macuto o a Higuerote
no sé pero para mí, él nos está haciendo
adiós con la mano. Cada uno de sus cuentos están cargados de un amor tan
generoso que no pueden ser sino producto de una soledad abyecta. Pero tal vez
este equivocada. El libro fue impreso en el 2005 y a eso hay que sumar todo el
tiempo que tardó en escribirlo hasta ese año. Probablemente ahora este mejor y
más contento.
No lo sé.
Tal vez es que me estoy volviendo un poco como Juan
y por eso arrojé el libro como si fuera kriptonita. De cualquier manera estoy
muy triste.
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Noelia Depaoli (1985). Antropóloga. Vive en la periferia pero trabaja en el centro. Ha participado en los talleres de narrativa del CELARG y MONTEAVILA editores. Productora del Jam de Escritura Venezuela.
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Noelia Depaoli (1985). Antropóloga. Vive en la periferia pero trabaja en el centro. Ha participado en los talleres de narrativa del CELARG y MONTEAVILA editores. Productora del Jam de Escritura Venezuela.
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