martes, 10 de julio de 2012

La escucha: el valor de la palabra hablada

Por Álvaro B. Márquez-Fernández
Por Xiang Jing















Para Diego Pineda:
revelación de las palabras,
exclamación de la voz...

Palabra, habla y voz
La vida no es solamente una conciencia y un pensamiento. Es, también, una forma material y corporal, es la voz de la conciencia y las palabras del pensamiento. Varios son los sentidos de nuestros cuerpos que utilizamos para percibir la realidad que nos trans-forma y que, a la vez, re-transformamos. El mundo que nos rodea responde y es estímulo a nuestros sentidos del gusto, tacto, olfato, mirada y oídos. La relación de nuestros sentidos con la experiencia humana de la vida, es, necesariamente, existencial y sensible. (1) Pero, también, consciente. Por lo que nuestra percepción de la realidad es una experiencia producida por nuestra conciencia a través de los sentidos; además, es una experiencia que incide sobre nuestro pensamiento reflexivo; y, finalmente, una experiencia subjetiva que resulta de nuestros actos intencionales con la finalidad de dotar de significación comunicativa a las prácticas lingüísticas. (2)

Escribir desde la diferencia. Acercamiento a la obra poética de Lydda Franco Farías.

Por Adriana Prieto
Fotografía de Audio Cepeda

















No nací para ocupar un espacio y nada más
Lydda Franco Farías 



En los últimos años las investigaciones, estudios y teorías que abordan la literatura han realizado grandes aportes para comprender los procesos de la construcción ficcional.


El cuerpo de la mirada en Clarice Lispector

Por Valmore Muñoz Arteaga 
Por Marc Mounier-Khun





















La palabra al servicio del sentido simbólico representado en la búsqueda interior. Creo que eso puede definir el ejercicio literario de Clarice Lispector. Una búsqueda interior que, en algunos momentos, me lleva hasta mis lecturas adolescentes de Hermann Hesse y, en cierta medida, a las espesas páginas de Virginia Woolf, en especial por la manera tan concienzuda de construir deconstruyendo los intensos monólogos interiores. El espacio interior donde transcurre cada transformación que va dándole forma a otra forma encallada en el devenir a través del cual se constituye la vida. El mundo que rodea a Clarice es traducido por cada color tallado en sus estados anímicos. Mundo sentido y presentido desde la intensidad que trepida dentro de la piel. Cada poro, cada franja erizada muestra cómo va aprehendiendo al mundo en sus múltiples posibilidades.

La historia de Romero

Por Norberto José Olivar


Gráfica 4wmagazine.com






















***

Gómez se incorporó de un brinco y prendió la sirena de la patrulla. La Central ordenó perseguir a un trío que acababa de asaltar la Agencia de Bella Vista del Banco Occidental. Se dirigen a la calle Venecia... ¿Escuchó la radio compañero?, ¡al fin dios nos sacó de este aburrimiento! Ve, Aveledo, eso de que la delincuencia anda deprava’ como que es puro cuento, hace quince días que ando en la calle y apenas es ahorita que nos sale un poco de acción. Y apurate, coño, que se adelantan los de la PEZ. Y el otro atolondrado con el volante, en dirección a la Venecia, que no se preocupara, que tarde o temprano sabría lo que era entrarse a tiros con malandros, y mejor que fuera bien tarde porque este trabajo de mierda lo buscó porque andaba pelando bola. Cinco años de universidad, una licenciatura en Administración y miren donde fue a parar por mala leche. Eso de andar de Batman y Robin no era con él, ¡ni de vaina!, son locuras tuyas, Gómez, que tenéis la cabeza de adorno por lo visto. Pero no vais a negar, Aveledo, que ser polimaracaibo es una nota, uniforme arrecho, un pistolón virguito que hay que usar pronto pa’ que no se joda, ¿qué más queréis?, hasta este Toyota que es una nave con aire y todo, las carajitas se chorrean apenas llego al barrio, que si no fuera por la Andreína que me fregó con la barriga, te digo, las ensarto a todas. Lo que pasa, Gómez, es que todavía sois un carajito, tenéis mente e’ pollo, dejá que te nazca el chamo y te encariñéis, se te van a pasar esos grillos de Rambo que tenéis… ¡Dale por la derecha, Aveledo! ¿Estáis oyendo los tiros? ¡Se nos adelantaron, coño! Tranquilo Gómez, esos no son ningunos tiros. Dale rápido, Aveledo, más rápido, a ver si agarramos algo. Los sospechosos andan fuertemente armados y se dirigen hacia la avenida El Milagro en un Malibú blanco, ochenta, con vidrios ahumados. Si no te apuráis se escapan, Aveledo, no seáis tan cagao’ que nadie se muere antes de la hora, ¿no escuchaste que andan “fuertemente armados”?, no te portéis como un idiota, Gómez, si llegamos le echamos bola, pero no vamos a ponernos de carne e’ cañón como unos pendejos, en eso andan todos, te lo aseguro, esperando a ver quién empieza a soltarle tiros a los coños, ¡llamalos güevones!, ¿entendéis cómo es la vaina, Gómez? Estáis jodío e’ la cabeza, Aveledo, entonces los policías son una cuerda de maricas, si eso es así como vos contáis. No lo veáis de esa manera, Gómez, la cuestión es que la mayoría estamos casados, tenemos hijos, que bien bolsa seríamos si arriesgamos el pellejo por nada, habláis así por lo novato, después te vais a dar cuenta cómo es la cosa. Ojalá nunca me dé cuenta, Aveledo, lo que yo veo es a una partía de cagaos, más nada.

Un avión y dos melones*

Por Fedosy Santaella
Avión, de David Chaves

















De lejos, la muchacha destacaba sobre el resto de la cola. Era alta pero además estaba montada sobre un par de torres muy delgadas. Luego venían las piernas: dos portentos carnosos coronados por un par de nalgas pletóricas; todo esto dentro del forro inverosímil de unos blujines por lo menos tres tallas hacia abajo. A escasa distancia, ya en la cola y con una persona de por medio, el prodigio se complementaba con el olor. Esa mezcla de perfume de panal con cabello recién lavado, reminiscencia de manantiales y ninfas. Su rostro era dueño de una voluptuosidad rabiosa: labios salidos, mejillas redondeadas, ojos orientales, y el cabello recogido hacia atrás en una cola apretada que hacía que su cara se mostrara tan limpia y desnuda como se quisiera el resto del cuerpo. Y ni hablar del pecho, enormes y redondeados melones que presionaban, que empujaban la tela, como intentando hacerse un espacio para estallar en la inmensidad del Universo.

Un nombre para mi salud

Por Martha Durán
Impenetrable en el paisaje, Eugenio Espinoza, 1972.

















A Eugenio
Lo indudable para el escritor es que la
verdadera realidad con que se enfrenta
es la realidad del lenguaje
Guillermo Sucre

 Cuando la conocí se llamaba Gabriela. Esa tarde yo esperaba, sentado en el suelo de la galería, que Ana llegara con mi medicina. Gracias a mi asma, a ese silbido encajado en mi pecho que me tenía aferrado al piso, no pude repetir su nombre cuando dijo Gabriela, cosa que acostumbro a hacer cada vez que alguien se me presenta para recordarlo después. No lo hago con todos, es cierto, sólo lo hago cuando intuyo que ese nuevo nombre, nuevo rostro, nueva voz,  llegará a ser parte de mi vida de alguna manera, sea cual sea. Repetirlos en voz alta, hace que mi memoria retenga mucho mejor los nombres al imaginármelos, letra por letra, tatuados en sus frente.

Para qué la hoja desnuda

Por Edgar Medrano
viejo fumando, por Carlos Merchan Martin





















Abuelo, lobo de mar,
malamente te ganaste el título,
te sueño corsario libando noches de viento
y miradas ancladas en el silencio.

Palabras de aquella tarde...

Por César Monsalve
Chair, por Kumi Yamashita






















Farol de Sabiduría

A tía Amelia…
La robustez de tu andino verbo
se conjuga con tu andar
de neblina montañesa.

Todo nace de una cicatriz

Por Alexandra Perdomo
Cicatrices, por Marcus Vinícius, 2010















Todo nace de una cicatriz

Son ciertos días en los que pregunto dónde descansa el colibrí, hasta dónde llegan las manadas sin perderse, por qué se mezclan la salvia y el tomillo, cuánto dolor soporta un cuerpo sin heridas. 

Pronto supe que el colibrí que se detiene muere, que el extraviado es revolucionario, que Cortázar no era buen cocinero y que todo cuerpo nace de una cicatriz.

Selección de poemas de Guillermo Sucre
















Toda la poesía de Guillermo Sucre debería leerse buscando acompasarse a su navegación entre la tensión y el acorde de la palabra con el mundo.

María Fernanda Palacios


De Mientras suceden los días (1961)
I

Atado como siempre a tu simetría de oscuro río
que fluye entre mis manos. 
Ya no hay girasoles en tu pecho,
sino lágrimas y otras caídas hojas
del árbol de la noche. Y más espesa,
más silenciosa, aferrada a eso pequeños
amuletos que ha destruido el tiempo,

y a las palabras: ¡oh redes vacías!

El Príncipe Negro de Norberto José Olivar

Por Valmore Muñoz Arteaga



















La literatura se me antoja a veces una especie de almario de rincones oscuros y cosas irresolutas. Espacios opalescentes en donde a veces recordamos lo solos que estamos o, ¿por qué no?, lo solos que estaremos. Sin embargo, no por eso deja de ser un salvavidas espiritual del día “disolutor”, ya que, quizás, antes de que el día culmine ya hemos desaparecido o, mejor dicho, hemos dejado de ser lo que fuimos para ser otro ser distinto. Una verdad que transita hacia una no-verdad que vuelve a ser verdad casi sin darse cuenta. La literatura se me antoja un almario, una constante útlima estación, una constante primera estación. Claro, esto lo he comprendido luego de la lectura de la más reciente novela de Norberto José Olivar El Príncipe Negro (Lugar Común, 2011)