E. Manet. El suicida |
Johann Wolfang Goethe (Fráncfort
del Meno, Hesse, Alemania, 1749 – Weimar, Turingia, Alemania 1832) fue un
escritor alemán, considerado uno de los grandes autores de la literatura
universal. Su gran curiosidad lo impulsó a ser un excelente lector y acucioso
investigador, no sólo en el campo de la literatura y el arte, sino también en
varias disciplinas científicas como la geología, la química, la osteología y la
óptica, concibiendo una teoría de los colores distinta a la de Isaac Newton.
Se puede considerar a
Goethe como un enciclopedista, cuyo afán de saber lo llevó a incursionar en distintos
campos del conocimiento. Se distinguió por poseer una vasta cultura y por haber
participado activamente en la vida cultural de su época, específicamente en la
ciudad de Weimar, donde dirigió el Teatro Ducal entre 1791 y 1813.
Aunque comenzó a
estudiar Derecho en 1765 en Leipzig, no pudo continuar por razones de salud y,
dos años después, continuó y culminó estos estudios en Estrasburgo. Sin
embargo, no fue el ejercicio de esta carrera lo que le entusiasmó en la vida
sino el arte, la literatura y la investigación científica; sobre todo la
literatura, que fue su verdadera pasión. Y ya a los veinticinco años publica su
famosa obra Los sufrimientos del joven
Werther, novela fundamentalmente romántica.
Esta obra contiene
elementos autobiográficos, ya que se inspiró en el amor profundo que sintió por
Charlotte Buff cuando él hacía prácticas de abogado en Wetzlar. Apenas la
conoció se sintió impresionado por su belleza tanto física como espiritual, pero
desde el principio supo que era un amor imposible, pues ésta era novia y
prometida de un colega, el joven Johan Christian Kestner. En la novela,
Charlote es Carlota (Lotte) y Johan es Alberto. Este amor sin esperanza es el
tema central del Werther, siendo entonces los sufrimientos por este amor y el
final trágico, elementos característicos del género romántico. Goethe, en los
años en que empezó a ejercer en Wetzlar, colaboró con Herder, teórico del arte
y la literatura, en la redacción del manifiesto fundador del movimiento “Sturm
und Drang” (Tempestad e Ímpetu), que fue considerado el preludio del
Romanticismo alemán.
Con esta novela, Goethe
consiguió un gran éxito. Ésta fue leída con entusiasmo y avidez, ya que en ella
se expresan las emociones y los sentimientos del amor unido al dolor de la
frustración y el desengaño. La historia señala que se generó una ola de
suicidios entre jóvenes y adolescentes de la época bajo la influencia de esta
novela.
Escrita en primera
persona, su estilo epistolar configura la novela a manera de cartas dirigidas a
un amigo muy especial. Está estructurada en tres partes: Libro I, Libro II, El editor al lector (III). La primera carta con
la que se inicia el Libro I, tiene fecha del 4 de mayo de 1771, época del
alejamiento de su hogar y de su ciudad natal y del comienzo de la estadía en
otra ciudad. Si nos atenemos a su biografía, la ciudad a la que llega es
Wetzlar, donde fue a ejercer después de haber terminado sus estudios de Derecho
en Estrasburgo en 1771.
Esta novela, escrita
con lenguaje rebosante de lirismo, es un emblema del romanticismo; donde, además
del amor trágico, está presente otro gran tema, el de la naturaleza, escenario
vivo de esta historia de amor. La naturaleza es entonces fuente de poesía:
“Cada árbol, cada matorral es un ramillete de flores y uno querría volverse
abejorro para revolotear por este mar de aromas, encontrando en él todo su
alimento” (1).
Los sentimientos expresados
guardan relación con el ambiente que le rodea. Su espíritu de “admirable
serenidad” es semejante a una “dulce mañana primaveral”. La naturaleza es descrita con adjetivos que expresan
belleza y paz: “ameno valle, alto sol”, “alta hierba”; las imágenes se
multiplican para describir una naturaleza que se despliega como un gran lienzo
de belleza en el que se enmarcan el amor y el dolor de los amantes. Idealiza a la
naturaleza y también a la mujer amada, dotándola de absoluta perfección: es
bella, abnegada, dulce, honesta, inocente y pura, pero es inalcanzable. Es un
amor imposible, pues ella ya está comprometida y el matrimonio es inevitable.
Cuando la describe rodeada de las hermanas, de once a seis años, repartiéndoles
el pan de la merienda, es una imagen de tal plasticidad que más bien parece la
versión literaria de una pintura renacentista.
Sentirse enamorado, no solo
de Carlota, sino también de la naturaleza y de la paz que prodiga, es bastante para su felicidad:
Vivo
unos días tan felices como los que reserva Dios a sus Santos, y ya puede ser de
mi lo que sea, que no puedo decir que no haya gustado los gozos, las alegrías
mas puros de la vida…. Conoces mi Wahlheim: allí me he establecido del todo, y
desde allí estoy solo a media hora de Carlota; allí me siento yo mismo, y
siento toda la dicha que se le ha dado al hombre (2).
Es sabio cuando
reflexiona sobre lo poco agradecidos que somos los seres humanos a pesar de
tantos regalos que nos hace Dios a lo largo de nuestra vida, diciendo, por
ejemplo: “Si siempre tuviéramos el corazón abierto para disfrutar lo bueno que
Dios nos depara día tras día, tendríamos también bastante fuerza para soportar
el mal cuando llega”(4). Otra reflexión es con relación a la felicidad del
hombre. Werther, después de una conversación con un loco, dice “¡Dios del
cielo! ¿Has puesto como destino a los hombres que no sean felices sino antes de
tener uso de razón o cuando la pierden?”
(5).
Los tormentos y, al
mismo tiempo, las esperanzas del amor los vive el joven Werther, que se debate
entre la fuerza de su pasión y la esperanza de ser correspondido. El amor de
Werther es tierno y apasionado, y sólo vive para pensar en ella, para disfrutar
de antemano la próxima visita: “¡La veré! Exclamo por la mañana, cuando me
alegro mirando con toda felicidad el hermoso sol: ¡La veré! Y ya no tengo otro
deseo durante todo el día. Todo, todo desaparece en esta perspectiva” (6).
La tragedia se vislumbra
porque Carlota tiene dos adoradores: Alberto y Werther. Es un triángulo en el
que los dos desean el mismo objeto, ambos se llevan bien, tratándose con afecto
y respeto, pero la presencia de Alberto al lado de Carlota, lo llena de dolor y
busca anhelante los momentos en que ella se encuentre sola. Las dudas lo asaltan
y a veces piensa en irse, en alejarse definitivamente de ella. En las cartas a
Guillermo, en las conversaciones con Alberto o con Carlota, expresa sus
pensamientos y sus ideas en torno a diversos temas como el del suicidio.
En el relato están
presentes los contrastes: riqueza y pobreza, alegría y tristeza, amor y muerte, que son los dos ejes primordiales. La
naturaleza es radiante cuando el espíritu
también está radiante, pero es gris si el ánimo también es gris; cuando
el espíritu está abrumado por la incertidumbre y la tristeza, Werther se debate
entre permanecer cerca de Carlota, a pesar de la imposibilidad de su amor o
alejarse de ella; hace lo segundo y se va a trabajar como consejero del Embajador
en la Corte. Hasta aquí es el Libro I.
Ahora
bien, en el Libro II, cuenta su estadía en la Corte durante el período del 20
de Octubre de 1771 hasta el 5 de Mayo de 1772, fecha en la que renuncia para
viajar nuevamente, esta vez a la finca del Príncipe heredero quien lo había
invitado amablemente; visita también su ciudad natal en la que evoca a la infancia.
Vuelve a encontrarse con el tilo que estaba a un cuarto de hora de la ciudad,
meta y límite de sus paseos. Volvió a ver la sierra, los bosques y los valles;
en la ciudad, las casitas de las huertas, la vieja casa de la infancia, la
escuela ahora transformada en tienda y tantos otros sitios en los que vivió
momentos felices. La evocación de la infancia y la consecuente nostalgia es
otro rasgo de la literatura romántica, así como el amor a lo propio, a la
tierra natal.
En el tiempo de la
ausencia durante su estadía en la Corte, Carlota y Alberto se casan y el dolor
es ahora insoportable; otra vez la naturaleza es término de comparación para el
estado de su espíritu: “como la naturaleza se inclina hacia el otoño, así se
hace otoño en mí y alrededor de mí: mis hojas amarillean, y ya han caído las
hojas de los árboles cercanos” (7). La naturaleza, aunque sea espléndida, se
presenta yerta y su visión ya no es fuente de ventura. Siente vacía su alma y
cada vez el tormento es mayor, por eso afirma que el destino del hombre es
siempre soportar su suerte y apurar su cáliz.
El sentimiento
religioso, la constante alusión a Dios, es otra constante en este relato
romántico. Hay momentos en que se queja del silencio de Dios diciendo: “Sólo
estoy bien donde estas TÚ, y quiero sufrir y disfrutar ante tu rostro. Y TÚ,
amado Padre Celestial, ¿No me has de escuchar?” (8).
El matrimonio de
Carlota es una tortura. Cada día está más desesperado. En este estado de angustia
permanente la figura de Carlota lo persigue, y con reflexiones profundas sobre
qué es el hombre y cuál es su destino, termina la segunda parte del relato.
En la tercera y última
parte, Del editor al lector, escrita
en primera persona, se narran los últimos días de Werther, insertando cartas y
toda la información que el nuevo narrador pudo recibir de todos los conocedores
de la historia. Cuenta el desconsuelo y el hastío creciente de Werther y el desequilibrio
total de su espíritu; tal infelicidad, tal congoja consumió las fuerzas de su
espíritu hasta un grado que la vida se convirtió en una pesada carga y sólo ansiaba
morir. La relación de amistad entre los tres amigos ha cambiado. Alberto,
celoso, ha pedido a Carlota que lo aleje de ella. Carlota estaba firmemente
decidida a hacerlo. El drama radica no sólo en la pasión imposible de Werther,
sino en la intranquilidad creciente de Carlota. Ante la idea del alejamiento de
Werther, su espíritu se ensombrece y empieza a percibir que también ella lo
quiere: “Todo lo que ella sentía o pensaba como interesante, se había
acostumbrado a compartirlo con él, y su alejamiento amenazaba abrir en el ánimo
entero de Carlota un vacio que no podía volverse a llenar”(9).
(1)Goethe, Johann Wolfang: Los
sufrimientos del joven Werther. Clásicos Universales. Centro Editor PDA,
S.L. Hecho en China, 2008, p.12
Todas las citas están
tomadas de esta edición
(2) Id, p.41
(3) Id, p.42.
(4)Id, p.47.
(5)Id, p.130.
(6)Id, p.148.
(7) Id, p. 111
(8) Id, p. 131.
(9)Id, p. 152.
(10) Id, p. 163.
(11) Id, p. 167.
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