miércoles, 16 de enero de 2013

El Amor Trágico del Joven Werther

Por Lilia Boscán de Lombardi

 E. Manet. El suicida


















Johann Wolfang Goethe (Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania, 1749 – Weimar, Turingia, Alemania 1832) fue un escritor alemán, considerado uno de los grandes autores de la literatura universal. Su gran curiosidad lo impulsó a ser un excelente lector y acucioso investigador, no sólo en el campo de la literatura y el arte, sino también en varias disciplinas científicas como la geología, la química, la osteología y la óptica, concibiendo una teoría de los colores distinta a la de Isaac Newton.


Se puede considerar a Goethe como un enciclopedista, cuyo afán de saber lo llevó a incursionar en distintos campos del conocimiento. Se distinguió por poseer una vasta cultura y por haber participado activamente en la vida cultural de su época, específicamente en la ciudad de Weimar, donde dirigió el Teatro Ducal entre 1791 y 1813.

Aunque comenzó a estudiar Derecho en 1765 en Leipzig, no pudo continuar por razones de salud y, dos años después, continuó y culminó estos estudios en Estrasburgo. Sin embargo, no fue el ejercicio de esta carrera lo que le entusiasmó en la vida sino el arte, la literatura y la investigación científica; sobre todo la literatura, que fue su verdadera pasión. Y ya a los veinticinco años publica su famosa obra Los sufrimientos del joven Werther, novela fundamentalmente romántica.

Esta obra contiene elementos autobiográficos, ya que se inspiró en el amor profundo que sintió por Charlotte Buff cuando él hacía prácticas de abogado en Wetzlar. Apenas la conoció se sintió impresionado por su belleza tanto física como espiritual, pero desde el principio supo que era un amor imposible, pues ésta era novia y prometida de un colega, el joven Johan Christian Kestner. En la novela, Charlote es Carlota (Lotte) y Johan es Alberto. Este amor sin esperanza es el tema central del Werther, siendo entonces los sufrimientos por este amor y el final trágico, elementos característicos del género romántico. Goethe, en los años en que empezó a ejercer en Wetzlar, colaboró con Herder, teórico del arte y la literatura, en la redacción del manifiesto fundador del movimiento “Sturm und Drang” (Tempestad e Ímpetu), que fue considerado el preludio del Romanticismo alemán.

Con esta novela, Goethe consiguió un gran éxito. Ésta fue leída con entusiasmo y avidez, ya que en ella se expresan las emociones y los sentimientos del amor unido al dolor de la frustración y el desengaño. La historia señala que se generó una ola de suicidios entre jóvenes y adolescentes de la época bajo la influencia de esta novela.

Escrita en primera persona, su estilo epistolar configura la novela a manera de cartas dirigidas a un amigo muy especial. Está estructurada en tres partes: Libro I, Libro II, El editor al lector (III). La primera carta con la que se inicia el Libro I, tiene fecha del 4 de mayo de 1771, época del alejamiento de su hogar y de su ciudad natal y del comienzo de la estadía en otra ciudad. Si nos atenemos a su biografía, la ciudad a la que llega es Wetzlar, donde fue a ejercer después de haber terminado sus estudios de Derecho en Estrasburgo en 1771.

Esta novela, escrita con lenguaje rebosante de lirismo, es un emblema del romanticismo; donde, además del amor trágico, está presente otro gran tema, el de la naturaleza, escenario vivo de esta historia de amor. La naturaleza es entonces fuente de poesía: “Cada árbol, cada matorral es un ramillete de flores y uno querría volverse abejorro para revolotear por este mar de aromas, encontrando en él todo su alimento” (1).

Los sentimientos expresados guardan relación con el ambiente que le rodea. Su espíritu de “admirable serenidad” es semejante a una “dulce mañana primaveral”.  La naturaleza es descrita con adjetivos que expresan belleza y paz: “ameno valle, alto sol”, “alta hierba”; las imágenes se multiplican para describir una naturaleza que se despliega como un gran lienzo de belleza en el que se enmarcan el amor y el dolor de los amantes. Idealiza a la naturaleza y también a la mujer amada, dotándola de absoluta perfección: es bella, abnegada, dulce, honesta, inocente y pura, pero es inalcanzable. Es un amor imposible, pues ella ya está comprometida y el matrimonio es inevitable. Cuando la describe rodeada de las hermanas, de once a seis años, repartiéndoles el pan de la merienda, es una imagen de tal plasticidad que más bien parece la versión literaria de una pintura renacentista.

Sentirse enamorado, no solo de Carlota, sino también de la naturaleza y de la paz que  prodiga, es bastante para su felicidad:
Vivo unos días tan felices como los que reserva Dios a sus Santos, y ya puede ser de mi lo que sea, que no puedo decir que no haya gustado los gozos, las alegrías mas puros de la vida…. Conoces mi Wahlheim: allí me he establecido del todo, y desde allí estoy solo a media hora de Carlota; allí me siento yo mismo, y siento toda la dicha que se le ha dado al hombre (2).





El libro no sólo es el relato de un gran amor, sino es un compendio de sabiduría, en el que se leen una serie de reflexiones del narrador que observa todo, que piensa y saca sus propias conclusiones sobre el vivir humano. De las personas que viven en continuo movimiento, en continua búsqueda, muchas veces a ciegas, sin saber qué es lo que quieren. Dice al respecto: “Así, el más intranquilo vagabundo vuelve al fin a anhelar su patria, y en su cabaña en el pecho de su esposa, en el círculo de sus niños, en las ocupaciones de la casa, encuentra la delicia que en vano buscó por el ancho mundo” (3). Valoriza la vida cotidiana, los pequeños placeres domésticos, la paz que provoca la lectura de un buen libro como las obras de Homero, las bondades de la vida patriarcal, la felicidad de plantar unas semillas, ver crecer el árbol y disfrutar sus frutos. 

Es sabio cuando reflexiona sobre lo poco agradecidos que somos los seres humanos a pesar de tantos regalos que nos hace Dios a lo largo de nuestra vida, diciendo, por ejemplo: “Si siempre tuviéramos el corazón abierto para disfrutar lo bueno que Dios nos depara día tras día, tendríamos también bastante fuerza para soportar el mal cuando llega”(4). Otra reflexión es con relación a la felicidad del hombre. Werther, después de una conversación con un loco, dice “¡Dios del cielo! ¿Has puesto como destino a los hombres que no sean felices sino antes de tener uso de razón o cuando la pierden?” (5).

Los tormentos y, al mismo tiempo, las esperanzas del amor los vive el joven Werther, que se debate entre la fuerza de su pasión y la esperanza de ser correspondido. El amor de Werther es tierno y apasionado, y sólo vive para pensar en ella, para disfrutar de antemano la próxima visita: “¡La veré! Exclamo por la mañana, cuando me alegro mirando con toda felicidad el hermoso sol: ¡La veré! Y ya no tengo otro deseo durante todo el día. Todo, todo desaparece en esta perspectiva” (6).

La tragedia se vislumbra porque Carlota tiene dos adoradores: Alberto y Werther. Es un triángulo en el que los dos desean el mismo objeto, ambos se llevan bien, tratándose con afecto y respeto, pero la presencia de Alberto al lado de Carlota, lo llena de dolor y busca anhelante los momentos en que ella se encuentre sola. Las dudas lo asaltan y a veces piensa en irse, en alejarse definitivamente de ella. En las cartas a Guillermo, en las conversaciones con Alberto o con Carlota, expresa sus pensamientos y sus ideas en torno a diversos temas como el del suicidio.

En el relato están presentes los contrastes: riqueza y pobreza, alegría y tristeza, amor  y muerte, que son los dos ejes primordiales. La naturaleza es radiante cuando el espíritu  también está radiante, pero es gris si el ánimo también es gris; cuando el espíritu está abrumado por la incertidumbre y la tristeza, Werther se debate entre permanecer cerca de Carlota, a pesar de la imposibilidad de su amor o alejarse de ella; hace lo segundo y se va a trabajar como consejero del Embajador en la Corte. Hasta aquí es el Libro I.

Ahora bien, en el Libro II, cuenta su estadía en la Corte durante el período del 20 de Octubre de 1771 hasta el 5 de Mayo de 1772, fecha en la que renuncia para viajar nuevamente, esta vez a la finca del Príncipe heredero quien lo había invitado amablemente; visita también su ciudad natal en la que evoca a la infancia. Vuelve a encontrarse con el tilo que estaba a un cuarto de hora de la ciudad, meta y límite de sus paseos. Volvió a ver la sierra, los bosques y los valles; en la ciudad, las casitas de las huertas, la vieja casa de la infancia, la escuela ahora transformada en tienda y tantos otros sitios en los que vivió momentos felices. La evocación de la infancia y la consecuente nostalgia es otro rasgo de la literatura romántica, así como el amor a lo propio, a la tierra natal.

En el tiempo de la ausencia durante su estadía en la Corte, Carlota y Alberto se casan y el dolor es ahora insoportable; otra vez la naturaleza es término de comparación para el estado de su espíritu: “como la naturaleza se inclina hacia el otoño, así se hace otoño en mí y alrededor de mí: mis hojas amarillean, y ya han caído las hojas de los árboles cercanos” (7). La naturaleza, aunque sea espléndida, se presenta yerta y su visión ya no es fuente de ventura. Siente vacía su alma y cada vez el tormento es mayor, por eso afirma que el destino del hombre es siempre soportar su suerte y apurar su cáliz.

El sentimiento religioso, la constante alusión a Dios, es otra constante en este relato romántico. Hay momentos en que se queja del silencio de Dios diciendo: “Sólo estoy bien donde estas TÚ, y quiero sufrir y disfrutar ante tu rostro. Y TÚ, amado Padre Celestial, ¿No me has de escuchar?” (8).

El matrimonio de Carlota es una tortura. Cada día está más desesperado. En este estado de angustia permanente la figura de Carlota lo persigue, y con reflexiones profundas sobre qué es el hombre y cuál es su destino, termina la segunda parte del relato.

En la tercera y última parte, Del editor al lector, escrita en primera persona, se narran los últimos días de Werther, insertando cartas y toda la información que el nuevo narrador pudo recibir de todos los conocedores de la historia. Cuenta el desconsuelo y el hastío creciente de Werther y el desequilibrio total de su espíritu; tal infelicidad, tal congoja consumió las fuerzas de su espíritu hasta un grado que la vida se convirtió en una pesada carga y sólo ansiaba morir. La relación de amistad entre los tres amigos ha cambiado. Alberto, celoso, ha pedido a Carlota que lo aleje de ella. Carlota estaba firmemente decidida a hacerlo. El drama radica no sólo en la pasión imposible de Werther, sino en la intranquilidad creciente de Carlota. Ante la idea del alejamiento de Werther, su espíritu se ensombrece y empieza a percibir que también ella lo quiere: “Todo lo que ella sentía o pensaba como interesante, se había acostumbrado a compartirlo con él, y su alejamiento amenazaba abrir en el ánimo entero de Carlota un vacio que no podía volverse a llenar”(9).

(1)Goethe, Johann Wolfang: Los sufrimientos del joven Werther. Clásicos Universales. Centro Editor PDA, S.L. Hecho en China, 2008, p.12
      Todas las citas están tomadas de esta edición
(2) Id, p.41
(3) Id, p.42.
(4)Id, p.47.
(5)Id, p.130.
(6)Id, p.148.
(7) Id, p. 111
(8) Id, p. 131.
(9)Id, p. 152.
(10) Id, p. 163.
(11) Id, p. 167.

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