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No nací para ocupar un espacio y nada más…
Lydda Franco Farías
En los últimos años las investigaciones, estudios y teorías que abordan la literatura han realizado grandes aportes para comprender los procesos de la construcción ficcional.
Desde las ideas de Aristóteles y sus grandes contribuciones a la comprensión de la literatura (recordemos su concepto de mímesis), hasta investigaciones más recientes sobre realidades virtuales, enriquecen y complejizan la discusión y el acercamiento a los mundos imaginarios que instaura la literatura.
La noción de Mundo Posible, por ejemplo, considerando que cada obra crea uno, ha enriquecido no sólo la literatura, sino también la noción de realidad sobre la cual se funda esa otra posibilidad.
Muchos autores coinciden en la idea de que lo real está relacionado con el orden (Hegel, Müsil, Morin): el ser humano puede vivir porque existe una sociedad que ordena su existencia, porque esa sociedad pertenece a una cultura en la que habita un sentido de coherencia y, porque el hombre mismo pertenece o responde a la naturaleza. Toda esta red le permite moverse dentro de un espacio conocido y seguro. Y la literatura, por su parte, había cumplido, en este sentido, las leyes de representación de esa realidad que hacía del texto literario una mímesis.
Con la aparición de El Quijote (1605), los autores han venido mostrando una ruptura entre la realidad y el ser humano, una no correspondencia entre lo que el hombre aspira y lo que la realidad les ofrece; es decir, una no identificación con esa realidad. Esta ruptura comienza a aparecer desde entonces en la literatura como un esbozo, pero con el transcurrir del tiempo los temas o conflictos que aparecen en las construcciones literarias están más en relación con esa realidad que los aísla y los obliga a poner en tela de juicio los verdaderos conflictos del hombre y de la literatura.
Víctor Bravo escribe, sobre esa ruptura en la visión del hombre y la realidad, lo siguiente:
A partir de El Quijote, la visión irónica abre la vertiente negativa de ese acontecer. La consciencia crítica en la escena del relato invertirá los signos del acontecer heroico para enfrentar el ser no a la luminosidad de su triunfo sino al desamparo de su debilidad. (Bravo, 1993:26)
Esa visión irónica de la modernidad de la que habla Bravo, será uno de los elementos que utilizará la literatura para mostrar ese resquebrajamiento de la visión que tiene el hombre de sí mismo y de su realidad. Ya éste no se ve a sí mismo como el héroe, como centro del universo, sino como una ínfima partícula en ese todo que resulta ser el universo.
De esta manera, la literatura se aparta de esa imagen multiplicadora de la realidad y comienza a instaurar nuevas realidades, que aunque partan obligatoriamente de ella, instauran una nueva posibilidad, una nueva visión de esa realidad, un mundo otro, un mundo posible. Bravo nos dice algo referente a esto, otorgándole al escritor la posibilidad de ver en esa realidad inalterable zonas que generen nuevos sentidos: “Frente a la ‘categoría’ del lenguaje objetivo, propio de la ciencia, la ‘metáfora’ del lenguaje subjetivo ilumina, desde su poderoso turbión de metamorfosis, zonas fundamentales de lo real” (Bravo, 1993:16).
Si consideramos la realidad como lo dado, lo establecido, lo que está en constante movimiento sin ninguna intención aparente, sino como simple transcurrir eterno e infinito de las cosas, podemos entender entonces esa necesidad del hombre de querer diferenciarse y sobreponerse a esto. Dice Ferrater Mora al respecto: “La diferencia se opone a la unidad, pero a la vez no se puede entender sin esa unidad” (Ferrater Mora, 1994:887). Esa misma necesidad del hombre de diferenciarse de su realidad y de levantarse ante ese devenir incesante del mundo necesita como referente al mundo mismo, es decir, el hombre, para diferenciarse, utiliza como referente aquello de lo que se está diferenciando.
Así, la literatura, al crear “mundos posibles” de esa realidad dada, a su vez, la necesita para poder construirlos. Jacques Derrida, en La escritura y la diferencia, modificando la palabra “diferencia” en francés (différence) logra construir un concepto que le permite trabajar esta noción en la literatura y en la filosofía. Dice Derrida: “La différance es destructora; saca al lenguaje, al pensamiento y al sentido, de la tranquilidad de sus rutinas diarias”. Esa noción de destrucción existe porque le permite cuestionar el lenguaje, el pensamiento y el sentido, para sacarlo de ese letargo.
La lengua, o el lenguaje, son considerados parte de la realidad porque a través de ellos se construye y se mantiene ella misma. Así, el individuo, al querer diferenciarse de lo real, también quiere diferenciarse de aquello que ayuda a construirlo, y la única vía que conoce para diferenciarse de lo real y del lenguaje es a través del lenguaje mismo. De allí que surja esa necesidad de distanciamiento.
Son muchas las formas que han utilizado los escritores para sobreponerse a ese sometimiento de la realidad por medio del lenguaje; y es que, el escritor, como atisbaba Bravo, logra percibir esos elementos diferenciadores para transformarlos en una nueva realidad.
La escritora falconiana Lydda Franco Farías, ha sido considerada dentro de la literatura nacional como una escritora con voz disonante, una voz comprometida siempre con sus ideales, ideales que iban desde sus compromisos políticos, hasta sus compromisos poéticos y que, en muchos casos, supo acoplar muy bien. Esta voz siempre inarmónica y desafiante llevó al escritor zuliano Cósimo Mandrillo a escribir: “Lydda fue una mujer para la guerra (…) Dudo que exista una poesía tan aguerrida, tan peleona como la suya.” (Mandrillo, 2004: IX).
Lydda Franco, ya en su primer poemario titulado Poemas circunstanciales, publicado en 1965, escribe:
Estoy subestimando las posibilidades
de empezar a cantar con voz distinta
ahora soy un químico impaciente
vierto frases extrañas
combino frases extrañas
espero resultados inminentes.
(Franco Farías, 2002:15)
Ese elemento diferenciador en el que se convierte la literatura, ese elemento distanciador, constructor de nuevas realidades, iluminador de los escenarios y de los contextos de la cotidianidad, aparece entonces en la gran mayoría de los textos de Lydda Franco Farías. Desde su primer libro, la autora comienza a atisbar la posibilidad de reconocerse y desconocerse en los otros, experimentar con las palabras, comenzar a ser desde la diferencia.
En algunos textos descubrimos un ser que no encaja en lo que la rodea, una voz que por medio del grito pretende soltar esas amarras que le sostienen.
Destruyan mi epidermis resentida,
despedacen mis sueños, mi alegría,
aniquílenme
más no pretenda sancionarme
porque un día aparecí sobre la tierra
y tuve voz y grité
y tuve fronteras y no quise despertar sin ellas
y tuve armas y allí están
perfiladas, inmóviles, ariscas·
(Franco Farías, 2002:11)
Lydda escribiendo y fumando, por William Estany |
Hay también, en sus primeros poemas, una violencia, una vertiginosidad en la palabra. Desde sus inicios, la voz poética dice desde una enunciación más directa con el compromiso político, el cual se conjuga con la búsqueda de una identificación con una realidad que se empeña en negarla, en hacerla diferente: “No pudieron moldearme a su antojo” (Franco Farías, 2002:13), dirá en uno de sus poemas. Hay siempre en sus textos un ser o unos seres, o entidades abstractas, que acechan constantemente la voz que aparece en los poemas, esta voz poética que se percibe constantemente vigilada, rodeada por unas existencias o entes pertenecientes a un espacio exterior. El espacio poético se construye siempre como refugio, refugio que quiere ser violentado por eso que está fuera de él, por la realidad. Sin embargo hay un vínculo que une estos dos espacios, un sentido que habita en ambos pero que, a su vez, cuestiona el vivir y el razonar de la poeta; hay un estigma, una marca, una culpa por no cumplir a cabalidad lo esperado según el orden de las cosas. Esto se convierte en una mirada constante que penetra el espacio poético, una mirada que constantemente la escruta:
… y no llego a comprender
por qué la gente me mira
de ese modo
escrutándome
hurgando en mi manera de reír
como si pretendieran taladrarme.
(Franco Farías, 2002:9)
Naturaleza dual en Lydda Franco: sabe que reside y habita al margen de una realidad que la cuestiona, sabe que la subjetividad que construye en sus textos, en las palabras que enuncia, la alejan del orden real. Ese ser escindido que aparece en sus poemas se construye en tensión con dos mundos, uno, personal, subjetivo, y otro, externo, objetivo, o como denominaría Gastón Bachelard estos dos espacios, el espacio de dentro y el espacio de fuera. Bachelard piensa que más allá de la delimitación formal del espacio, de las fronteras que puedan existir, más allá de lo geométrico, hay en el poeta una confrontación entre “… la certidumbre de lo de adentro y la rotundidad de lo de afuera” (Bachelard, 2000:193). Se forman en estos dos espacios no dos naturalezas que se oponen, sino dos realidades, que en muchos poetas, como el caso de Lydda Franco, necesitan equilibrarse, necesitan que el ser del hombre conviva con el ser del mundo.
Estos dos espacios los podemos ver también en uno de los poemas del libro Bolero a media luz:
afuera quede
la crónica detallada de tus riesgos
el espectáculo de la obediencia
la agenda de lo efímero
los números condenados a ser números
los hombres caminando en línea recta
(Franco Farías, 2002:176)
Ese ser del mundo intenta cruzar el umbral hasta donde se encuentra la voz poética, pero el acercamiento siempre se percibe violento, transgresor, que busca la expulsión, apagar la llama de la vela.
Me divierto
pensando
que un día moriré acribillada de ojos.
(Franco Farías, 2002:10)
En este poema, Lydda Franco lleva hasta el límite ese sentirse observado. Sartre considera que por medio de la mirada el individuo se percibe escrutado por otra subjetividad. Esto nos hace sentir cosificados, nos convierte en un objeto de esa mirada y no en sujeto. Según él la mirada se da en dos direcciones: por un lado sentimos la presencia del otro que nos cosifica, que se opone a nosotros, y por otro lado está la visión que tengo de mí mismo, es decir, necesito al otro para observarme, “la presencia del otro es necesaria para nuestro propia autoconciencia” (Abbagnano, 1963:805). Quizá por eso sea tan importante la mirada del otro en los poemas de Lydda Franco. La mirada en estos textos ilumina el interior del ser, la conciencia de sí mismo.
Esta voz poética permanece al margen de la realidad, se presenta en ocasiones abismal, danzando en el límite, embriagada, tomada de la mano por el vértigo, asomándose al vacío, dejándose llevar por la nada:
…más solitaria que nunca
decido mi único acto soberano
LANZARME DEL DÉCIMO PISO
ahí les dejo mi cuerpo
causante de desórdenes privados y públicos
(…)
ahí les dejo el cuerpo de rita gonzález
desmembrado sobre el pavimento
para que se lo repartan los buitres.
(Franco Farías, 1998:85)
En este poema, titulado “De viento a miseria”, esa dualidad que se venía percibiendo en otros textos aparece nombrada por la poeta como espacios, costumbres o discursos privados y públicos. Aquí Rita González cede, se tensa por el sometimiento ejercido por el espacio público, por la realidad que no admite sus “desórdenes” y la va llevando poco a poco al abismo, al vacío, empujándola hasta aniquilarla, extinguirla, desaparecerla. Ciertamente, en esa caída del cuerpo desmembrado de Rita González, la vemos cosificada, esperando ser devorada por otros.
Pero, a medida que avanza su ejercicio poético, la fuerza que ejerce la voz poética de Lydda se va transformando, se va decantando. Va quedando atrás aquella voz que se sentía incompleta, irrealizable, inalcanzable, aquella voz que decía:
… no es tan fácil
recoger una a una
las migajas
lo que jamás seremos.
(Franco Farías, 2002: 101)
Sin embargo, no podemos decir que siempre la voz poética de Lydda Franco es tan “peleona” como afirmaba Mandrillo, hay también una Lydda sosegada que asume la diferencia de su ser desde una perspectiva distinta. La voz que escribe desde dentro posee otros acordes, otros matices, la Lydda de afuera está expuesta, vulnerable, adentro cobra fuerza, cobra inmensidad, como diría Bachelard.
esta casa conoce mis manías
mi hábito de leer a medianoche
mis malas costumbres
y peores mañas
esta casa me conoce al caletre
esta casa es el oráculo.
(Franco Farías, 2002:152)
Se va entendiendo la propia naturaleza, se van asumiendo las diferencias desde una perspectiva espectral, que no siempre puede o debe tener explicación. Comienzan a aparecer sombras y voces, recuerdos, se van haciendo menos tensas las relaciones, el espacio abandona esa violencia del principio, la voz se va construyendo a partir de él, se va consustanciando con él.
tejer en el vacío
es desprenderse de uno mismo
caer en el vacío
es recuperar el revés
lo que encandila.
(Franco Farías, 2004:101)
En su poemario Aracné, de donde se toman estos últimos versos, la escritora habla de su oficio como tejedora y constructora de universos. Textos más autorreferenciales, donde existe una conciencia de lo que se hace, de su arte poética, de su oficio. Así, la literatura se muestra como un tejido, un tejido de relaciones, de emociones, de pérdidas y de hallazgos; hay, en este afán de “tejer en el vacío”, una pérdida del centro, pero dicha pérdida ya no se enfrenta desde la angustia, sino desde el descubrimiento de sí misma, de lo que queda, de lo que se recupera.
Dice Schopenhauer: “Cuando nuestro pensar ha encontrado palabras, deja de existir en nosotros…” (1999: 97), por eso es necesario “tejer en el vacío”. El uso de la palabra poética en esta escritora se transforma de tal manera que aquellos miedos expresados en los primeros poemas, pasan a ser imagen poetizada de su búsqueda de autoconocimiento. La extensión de los poemas se reduce para darle primacía a la imagen poética.
Johan Gotera, en su texto “Voces en la poética de Lydda Franco Farías”, percibe esa complejidad en su poesía:
Conviven en Lydda Franco, cuando menos, un doble timbre poético, una doble visión. La voz del desencanto, el escarnio y la ironía (…) y una voz otra, interior y oblicua, como de celebrar el aire; onírica y sin bordes, neblinosa y conjetural. (Gotera, 2005:120)
He tratado de ubicar ese escribir desde la diferencia en los textos de Lydda, y en ese intento, puedo decir que, además de asumir esa diferencia en los temas y contenidos de sus poemas, ésta también se halla en la forma. Son muchos los textos de la autora en donde aparece esta voz dual, irónica. Sobre este recurso de la ironía, dice Víctor Bravo:
La ironía es una profunda visión en el contexto de las cegueras del mundo. Visión que ve, pliegues y repliegues, donde respiran y persisten otras realidades; y que es capaz de alcanzar, más allá de lo real, la posibilidad infinita de otros mundos. (Bravo, 1993:81)
Quien utiliza la ironía es aquél que conoce el mundo “real” desde sus diferentes dobleces, reconociéndolo tanto desde ese afuera y ese adentro del que hablaba Bachelard, para así, ser capaz de construir, a partir de él, otras realidades. Pero que privilegia, sobre todo, una visión alejada, una visión desde afuera de la realidad que le permite comprenderla.
La construcción de la ironía en los textos de Lydda Franco se escribe, también, desde una realidad utópica. Ciertamente persiste una crítica social, una ruptura del sentido convencional de las cosas, pero esa ruptura no la vemos como una simple desilusión de la realidad, sino puesta en constante relación con un ideal, con una visión más optimista de la que sabe – quiere - que todo puede cambiar. En este sentido, Octavio Paz afirma que la ironía es “… la visión de la ruptura de la unidad. Un saber abismal, irónico” (Paz, 1985:69). Ese saber abismal, que hace de la naturaleza del ser, de la visión de su mundo, un ser irónico, es precisamente el conocimiento de la posibilidad de mejorar, de reparar, de corregir, de “re-formar”. Toda literatura está construida, aunque sea de manera subrepticia, desde la confianza - o el simple anhelo - de creer que el mundo puede cambiar, es un acto de fe, es – en todo caso – el acto de “creer”; incluso la literatura más pesimista se sostiene de la idea de transformación a través de ella o del arte en general, ¿pues, no es, en definitiva, la literatura la instancia más arraigada a la palabra “creer”? De no ser así, las manifestaciones artísticas estarían erigidas bajo falsos conceptos, ya que en sí mismas son transformación de la realidad. Esta idea se revela en la poesía de Lydda cuando, por ejemplo, conjuga la ironía con el humor, donde no sólo hace crítica, sino que además, reestructura y reconstruye su sentido.
te siento navegar ulises
en procelosos mares
perdido
con cantos de sirena
adormilado
entre garras de circe
pues vete bajando de ese sueño
que no voy a estar por mucho tiempo
teje que te teje
(Franco Farías, 1998:47)
Este poema está construido en dos partes, la primera desde: “te siento navegar Ulises”, hasta el verso: “entre garras de circe”, donde hace referencia directa al poema épico La Odisea con un discurso apegado fielmente al texto. Sin embargo, en el siguiente verso, el poema cobra un giro inesperado con la introducción de un “pues” adversativo, que agrega una información imprevista al cuestionar todo lo enunciado en los versos anteriores, este “pues adquiere un sentido de oposición” (Portolés, 2001:129). Así, el siguiente verso viene a ironizar sobre la primera parte, negando la visión original de la historia y, con ello, la tradición. Desde un punto de vista muy pragmático la poeta afirma, en voz de una nueva Penélope: “pues vete bajando de ese sueño /que no voy a estar por mucho tiempo / teje que te teje”. Construyendo los últimos versos – a partir de un giro inadvertido - desde la mirada del humor.
Partiendo de una idea de Freud, Bravo explica que el humor es “capaz de afirmarse a pesar de lo desfavorable de las circunstancias reales…” (1993:111), lo que nos lleva a pensar que en estos poemas de Lydda se muestra una salida que niega la realidad pero, a su vez, construye un sentido inesperado y humorístico.
En otro poema, donde se muestra que el humor es uno de los recursos predilectos de la autora, una situación absurda - tal vez ensoñada - hace que una ambición desmedida se apodere de ella, que quiera trepar todos los niveles jerárquicos esperados, llegar a la cúspide, alcanzar todas las metas, se obsesiona por llegar hasta el final, para luego, después de alcanzar todo, fastidiarse.
mientras dormía me crecieron alas
al principio ni yo misma lo creí
hice cálculos sobre las ventajas y desventajas
de este suceso inesperado
decidí ensayar un vuelo corto
tropecé contra los vidrios de las ventanas
no me di por vencida/ llegué a libélula
fui uno que otro pájaro/ ave de rapiña
mi ambición no tuvo fronteras
fui escalando jerarquías hasta agotarlas todas
ahora soy un ángel/ y me aburro
(Franco Farías, 1998:69)
Vemos en este poema que la ironía y el humor crean una ruptura. El sentido iría en dos direcciones: el primero, de manera ascendente, tratando de llegar a la cumbre desde una perspectiva optimista y, el segundo, orientado a negar todo el sentido anterior y, más que negarlo, muestra, como consecuencia de lo enunciado, un sinsentido.
La poesía de Lydda Franco Farías es compleja. Estudiar todos los temas y referencias que estos ofrecen sería un trabajo arduo. Creemos necesario retomar la obra de esta autora y analizarla más allá de su contenido político, pues hay en ésta una riqueza temática y formal que aún se encuentra inexplorada, desierta, donde todavía queda mucho por decir. Es posible que ocurra como con tantos escritores, en los que el tiempo mismo se va a ir encargando de redimensionar sus obras, volviendo incesantemente a ellas para encontrarnos frente a nuevos y sorprendentes hallazgos.
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Adriana Prieto. Licenciada en Letras y en Educación mención Castellano y Literatura por la Universidad del Zulia (LUZ). Cursante de la Maestría en Literatura Venezolana en la misma casa de estudios. Trabaja como docente en la E. B. N. “Julio González” y en L. B. “Luis Beltrán Ramos”. Formó parte como actriz-bailarina del Colectivo Corpus-Teatro y es una de las coordinadoras del Colectivo Literario Perversos. Forma parte del equipo editorial del Instituto Radiofónico de Fe y Alegría para el proyecto de actualización de libros de Lenguaje y Comunicación. Ha publicado artículos y textos literarios en revistas digitales e impresas.
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