martes, 10 de julio de 2012

El Príncipe Negro de Norberto José Olivar

Por Valmore Muñoz Arteaga



















La literatura se me antoja a veces una especie de almario de rincones oscuros y cosas irresolutas. Espacios opalescentes en donde a veces recordamos lo solos que estamos o, ¿por qué no?, lo solos que estaremos. Sin embargo, no por eso deja de ser un salvavidas espiritual del día “disolutor”, ya que, quizás, antes de que el día culmine ya hemos desaparecido o, mejor dicho, hemos dejado de ser lo que fuimos para ser otro ser distinto. Una verdad que transita hacia una no-verdad que vuelve a ser verdad casi sin darse cuenta. La literatura se me antoja un almario, una constante útlima estación, una constante primera estación. Claro, esto lo he comprendido luego de la lectura de la más reciente novela de Norberto José Olivar El Príncipe Negro (Lugar Común, 2011)

Para ser del todo honesto, cosa harto compleja si hablamos de literatura, la novela la leí hace varios años en su primera versión. Era más extensa. ¿Mejor o peor? No lo sé, también he comprendido que las cosas no siempre pueden medirse de manera tan simple. En todo caso, ahora es menos extensa y muy parecida a Morirse es una Fiesta, novelita publicada por Norberto hace mucho tiempo y que ojalá algún día reedite. Parecida, pero no idéntica. En una se celebra la vida hasta sus últimas carnalidades. En otra se celebra la muerte hasta sus últimas carnalidades, es decir, en ambas, desde distintos razonamientos, el cuerpo desaparece. Por supuesto, de eso no vamos a hablar.

En mi caso particular, la lectura de la novela la divido en dos. División que, en modo alguno, construye las extensiones, los cambios hechos y el lógico proceso de corrección. Mi lectura la divide otra lectura. Un poema de Fernando Pessoa llamado “Si te quieres matar ¿por qué no te quieres matar?” De alguna manera, El Príncipe Negro toca el tema que acarició venenosamente el portugués. Esto tampoco lo voy a comentar, ya que, para saber de qué se trata esta afirmación mía, hay que leer ambos textos y de un tiempo para acá, hablando de antojos, estoy antojado de no hacérselo fácil a nadie.

Lo cierto es que, la novela de Norberto es una arqueología del suicidio o, si lo prefiere, un recetario efectivo, una brújula infalible para conocer la espesura que separa este mundo con el otro, en caso, claro está, de que no sea éste el otro mundo. El Príncipe Negro es un tambor que suena con el pasar de las páginas, es una viscosa lengua que nos llama desde lo más oscuro de la casa que creemos habitar. Sí, también es un cuadro de Paul Klee que cuida celosamente Rosa Schwarzer en Düsseldorf. Aunque, y siguiendo con los antojos, se me antoja que la novela es una venganza contra Enrique Vila-Matas. Una cuenta pendiente desde que el español publicara en 1977 una novela que mataba a sus lectores.

En todo caso, ahí está, es la más reciente novela de Norberto José Olivar, uno de los narradores más importantes del país, uno de mis escritores favoritos -aunque esté vivo- a esta hora del día en que ya no me quedan escritores favoritos.


Valmore Muñoz Arteaga nació en Maracaibo (1973). Egresado en Educación, mención Lengua y Literatura. Maestrante en Filosofía. Profesor e investigador de la Universidad Católica Cecilio Acosta. Ha publicado: Artesanos de la Angustia (2012), Sobre Occidente (2012), Registro de Desvelos (2010), Sylvia (2008), Bajo la caligrafía de la noche (2004), Epistolario: Briceño-Iragorry y Picón Salas (2002), Mario Briceño-Iragorry. Desde la vigilia y otros ensayos (2000).

2 comentarios:

  1. Buenos días, recientemente lei esa novela y me fascinó. Coincido totalmente con la opinión del autor del artículo, y recomiendo esta lectura.

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  2. Hola, quisiera utilizar su reseña para una aplicación que ofrece un sistema de recomendación de libros, ¿Podemos conversar? mi correo es: maria.toro@educatablet.com

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